lunes, 3 de noviembre de 2014

SIGMUND FREUD: HISTORIA Y DESENVOLVIMIENTO DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

por Carlos Alberto Vargas Prado

“Abres los ojos y miras a tu alrededor, como si fuera la primera vez: ¿qué ves?
¿El cielo donde brilla el sol o flotan las nubes, árboles, montañas, ríos, fieras, el ancho
mar...? No, antes se te ofrecerá otra imagen, la próxima a ti, la más familiar de todas
(en el sentido propio del término): la presencia humana”.1
Fernando, Savater. Política para Amador.

Este ensayo tiene como objetivo presentar al lector la manera en que en el niño se van conformando las tres instancias que habrán de tener un peso fundamental a lo largo de su existencia: ello, yo y superyó; así como el papel que juegan los padres en la conformación de su aparato psíquico, papel éste que en lo venidero será trasladado a los maestros, los instructores, los amigos y la sociedad entera.
            A su vez, el escrito busca demostrar cómo, tras la conformación del aparato psíquico y la salida a flote del yo, el niño se acepta como sujeto pensante y forma para sí la necesidad de adquirir los conocimientos necesarios para sobrevivir en su entorno, iniciando el proceso de socialización y la búsqueda empírica y científica de saberes que le deparen contento.

De las pulsiones de vida y de muerte

Partimos, siguiendo a Freud, de que el niño al nacer se caracteriza por poseer en su interior dos pulsiones: Eros, o de vida, y Thanatos, o de muerte. La primera caracterizada por contar con el apoyo de la naturaleza y ser un aliciente en la conservación y multiplicación de la especie; mientras que la segunda, si bien en las ciencias biológicas se traduce en irritabilidad (entendida ésta como la capacidad para sobrevivir a los estímulos del medio, permitiendo que el proceso de selección natural, supervivencia del más fuerte y lucha por la existencia se dé y facilite la conservación y predominio de la especie humana y de los animales inferiores) y posee el favor del ambiente y sus determinantes ecológicos, tiene como objetivo principal hacer desaparecer al individuo hacia el cual está dirigida o hacia el propio yo. Es decir, mientras la pulsión de vida se encarga de lograr la socialización entre los seres humanos, la segunda aleja a éstos al poner en riesgo la vida o la integridad de algunos de ellos.2

         A estas dos pulsiones Freud anexó una más, que incluye en su haber características tanto de la pulsión de vida como la de muerte: la sádica. Ésta pulsión vela por la posesión del objeto sexual, pero lejos de conllevar un amor profundo al mismo, se hace del deseo único de integrarlo al sujeto que la pone en práctica. La denominamos sádica debido a que el creador del psicoanálisis observó durante mucho tiempo que en sus pacientes psicóticos y perversos se hallaba presente la cualidad de abusar, someter e incluso negar la libertad de sus parejas sexuales, lo que conllevaba no un afán de amarlos, sino de gozar de ellos e incluso destruirlos.3 Entonces, decimos que desde el instante en que el pequeño es extraído del vientre materno y, tras un breve periodo de tiempo en que debe satisfacer su necesidad de comer, pone en acción la pulsión de vida al ingerir la leche del seno materno. Sobra decir que esto no se iguala en las especies inferiores por ejemplo, a los canguros, quienes tras quedar fuera del interior de su madre, se meten en la bolsa que ésta lleva en el estómago. “Ese es el instinto. El hombre y la mujer tienen pulsiones”.4

De la sexualidad y la genitalidad

Cuando el niño inicia su desarrollo en la sociedad en que vive, comienza a desarrollar un amor profundo por su madre, quien al fin y al cabo dotó a éste de vida y le proporciona amor y cuidado. Esto provoca que el pequeño tenga un odio profundo hacia la figura paterna, llegando a desear su muerte con tal de que no le estorbe en su comercio sexual con la madre.
    Conviene decir que los términos sexualidad y genitalidad, si bien comparten características que los hacen aparejarse, no deben ser confundidos con las mismas manifestaciones de conducta. Por sexualidad vamos a entender todo aquello que depara placer al individuo y que no necesariamente debe tener relación con los órganos genitales; la “genitalidad”, por el contrario, se aplica a la puesta en práctica de dichos órganos con el propósito de obtener un placer fugaz, determinado por el tiempo en el que hombre y mujer alcanzan el orgasmo. De esta manera, Freud apuntaba que, al ingerir la leche del seno materno el niño alcanza un placer sexual, que le deviene contento y le hace no desear que termine.5

De las etapas psicosexuales

Surge entonces la primera de las etapas en las que se divide el desarrollo del niño y cuya fijación en alguna de ellas, provocará la conformación de un tipo caracterológico determinado. Esta etapa es la oral y tiene la peculiaridad de que en ella el niño obtiene placer probando, devorando, chupando e ingiriendo todo lo que venga del exterior y, preferentemente, que le provea la madre. Se habla de fijación en esta etapa en aquellos individuos cuyos comportamientos hacen pensar que desean ser aceptados en todo lo que hacen, además de caracterizarse por estar comiendo durante gran cantidad de tiempo o bebiendo grandes cantidades agua. Una fijación puesta en el extremo puede verse en aquellas personas que beben alcohol y saben o no que eso es dañino para su salud.6

Cuando la voz paterna termine con el vínculo amoroso sexual establecido entre madre e hijo mediante la leche que del pecho deglute, éste buscará la mejor manera de compensar esa falta y obsequiará a ésta sus excrementos, heces y gases. De ahí que Freud observara que los niños pequeños sólo ensucian con su popo a aquellas personas que le son importantes o tienen un peso especial en sus vidas.7
  Se entra entonces en la etapa anal, en la que el control de los esfínteres tendrá un papel preponderante, al señalar al niño los límites del aseo personal. Los padres que se comporten de un modo rígido con sus hijos en cuanto a esto, provocarán que en un futuro, posiblemente, el niño sea tacaño y se niegue a salirse de los programas establecidos. De ahí que en una obra posterior, el creador del concepto inconciente se refiera a un tipo de erotismo anal muy singular en los individuos obsesivos, quienes pueden alcanzar un placer descomunal al hacer sus labores con empeño y siendo felicitados por las figuras de autoridad, pero sentirse mal cuando se les recrimina el haberla “cagado”.8

En el terreno de la psicología durante mucho tiempo se pensó que los sujetos
homosexuales tenían una fijación en la etapa anal, postura en la que Freud no estuvo del todo de acuerdo al decir, basándose en el caso de una paciente suya, que éstos bien podrían tener una fijación en la etapa fálica que los hiciera no querer apartarse del pene, o lo que representa éste. Huelga decir que el narcisismo de estos sujetos sale a flote en el instante del análisis, dejando entrever que por el amor que tenían a su miembro viril, es que renunciaron a introducirlo en una vagina por el temor a perderlo al ser devorado por ésta, decidiéndose a gozar de uno en la zona trasera erogenizada.9
     Y ya que hemos hablado de la etapa fálica, Freud se refirió a ésta como quizá la de mayor peso en la conformación del aparto psíquico del pequeño, debido a que es en ella en que se entra también en el complejo de castración, que no ha confundirse con la definición estándar de pérdida del miembro viril a casa de un tercero, sino como el temor que el niño siente de perder el pene al saber que existen seres que carecen de él: las niñas.10
           De este modo, cuando el niño ha llegado a un punto en que su miembro le depara placer y le produce satisfacción narcisista, se da cuenta, ya sea por su madre, hermana o algún otro miembro de su entorno del sexo femenino, de que ellas carecen de pene, con lo que su idea de la universalidad de este órgano pierde su fundamento.11
        A esto hay que añadir que, ante la creencia de que el clítoris bien pudiera ser un pene chiquito que no tardará en crecer, el niño puede consolar su idea de saber a personas carentes de él. El problema es que al entrar en la etapa fálica, donde los excrementos han sido sustituidos por tocamientos dirigidos hacia la madre, Freud advirtió de lo común que resulta que sea el padre el que advierta al niño de la posibilidad de perder este miembro si sigue con esas prácticas, con lo que la emergencia del complejo de castración vuelve a surgir.12

Este complejo llega a su fin cuando el infante comprende que realmente existen seres que no poseen un pene, que nunca podrá sustituir a su padre en el comercio Sexual con su madre, que su libertad está supeditada a los requerimientos de otras personas, traducido esto a no poder tocarse donde él lo desee y mucho menos dirigir esta práctica hacia la figura materna. Finalmente, el niño se hará a la idea de que sólo identificándose con el progenitor de su mismo sexo podrá, quizás, tener una mujer que se iguale en algunas cosas a su madre, con lo que comienza la formación de su personalidad.13
El lector quizás se pregunte qué es lo que sucede en las niñas, al carecer éstas, como ya dijimos, de un pene. ¿Hay emergencia del complejo de castración en la niña? A este cuestionamiento respondo, apoyándome en el libro Enseñanza de siete conceptos cruciales en psicoanálisis, de Juan David Nasio, que mientras en el niño se crea la concepción de que todos los seres humanos poseen un pene, las mujercitas se hacen a la idea de que sólo algunas personas, la mayoría de las veces la figura paterna, lo posee.14
No conviene dejar de lado que al saberse satisfecha por el placer que le da tocar este órgano femenino, la niña no siente envidia del pene, por el contrario, piensa que puede obtener el mayor deleite del clítoris. Sin embargo, cuando la pequeña descubre de que existen más seres (hermanos, primos, amigos y compañeros de juego) que tienen pene, se da cuenta de que ella ya ha nacido castrada, culpando a la madre por no haberla dotado de este miembro y dirigiendo todos sus afectos y prácticas sexuales hacia el padre, por el que ha de experimentar el mismo deseo que el niño de ocupar el puesto del progenitor del mismo sexo en el comercio sexual con el objeto amado.15
Similar a lo que ocurre con el niño, la niña habrá de pasar por un proceso en el que alcanza a comprender que nunca se llevara a efecto su deseo edípico, además de tener que intercambiar el placer alcanzado mediante su clítoris, por el que le produce la vagina. De ahí que también Lacan se refiriera a las tres salidas por las que las mujeres se deciden en lo que respecta al complejo de castración:

• La primera de ellas es un alejamiento de las prácticas sexuales en las que se tenga que ver con este miembro viril, manifestado comúnmente, en las chicas lesbianas que dicen no necesitar de un pene para alcanzar el mejor placer.

• La segunda tiene que ver más con la representación de poder que en las sociedades occidentales tiene el pene, denominado por Freud como falo, y se refiere a que las muchachas si bien no renuncian a gozar de un pene, desean equipararse a las actividades masculinas, negándose a recibir ayuda del sexo opuesto y sabiéndose capaces de hacer lo que sea.

• La tercera salida que Freud considera la más común tiene que ver con el intercambio de tener un pene, a gozar de uno al interior de la vagina, dando como resultado, dependiendo de la situación, a un hijo que, de ser hombre, se erigirá como el falo, o la representación de poder que confiere el pene, y de ser mujer, en torno a la que girarán los deseos de realizar los sueños que una madre sin trayectoria profesional, por ejemplo, tiene de que su pequeña sí lo consiga.16
Resumiendo, mientras en el niño el complejo de Edipo tiene un comienzo y un fin durante el complejo de castración, en la niña éste permanece vigente durante toda su vida. De ahí que Juan David Nasio puntualice que la femeinidad es un constante devenir entramado por una serie de intercambios, los cuales están encaminados a encontrar los mejores sustitutos del pene.17

Sobre el ello, el yo y el superyó
Lo anterior da pie a considerar las tres instancias que conforman el aparato psíquico y en torno a las cuales bien puede estructurarse la vida de todos los sujetos. Estas instancias son: el ello, el yo y el superyó, y lejos de que una sustituya a la otra, cada una complementa a la anterior.
De este modo, decimos que el niño al nacer es puro ello, lo que equivale a decir puro principio del placer. Desea la satisfacción que le produce ingerir la leche del pecho materno, defecar en donde quiera que sea y dar sus excrementos como obsequio a la madre y dirigir sus tocamientos a ésta.18
Ahora bien, como el individuo no es tal sin el otro, los padres deben insertar al niño en la cultura y mostrarle que todas las prácticas que le devienen contento y que engrandecen su narcisismo, exaltando, quizás, sus malos comportamientos, no son bien vistas entre los habitantes de su comunidad. Lo que desemboca en una inclusión del infante en una cultura, entendiendo por ésta la serie de costumbres y tradiciones que conforman una sociedad determinada por límites geográficos, por lo que se dará una renuncia a las pulsiones en beneficio del desarrollo tecnológico, por ejemplo. De ahí que el mismo Freud apuntara que aquellos individuos que van bien en la escuela  tengan poca actividad sexual, sublimando su quehacer genital por la satisfacción que les produce estudiar.19
Surge con esto el superyó, que señalará al individuo cuáles son aquellas actividades que debe seguir y cuales las que no debe llevar a la práctica, pues se caería en la perversión. En este sentido, destaca que personajes representativos de las cintas hollywoodenses puedan ser considerados perversos o psicóticos carentes de un superyó bien estructurado. Por ejemplo, la figura principal de la película Psicosis, Norman Bates.20
Sobra decir que el superyó se rija también por el principio del placer, sólo que mientras el ello busca una satisfacción fugaz, el primero persigue un gozo pleno que incluso se multiplique con la repetición de tal o cual acción. Aunque el superyó puede, al mismo tiempo, ser amigo y enemigo del hombre, razón por la cual muchos sujetos que estudian música, por ejemplo, renuncian a dicha actividad al darse cuenta de que nunca podrán igualar el talento de un Rembrandt.21
Ante las demandas de placer que el ello le exige le proporcione y las exigencias de que el superyó lo hace presa, ¿qué debe hacer el sujeto? Para mediar entre estos dos entes existe el yo, instancia a la cual le es conferido regirse por el principio de realidad y proporcionar a ambas instancias la satisfacción que requiere.22
El yo es comparado por el superyó con un yo ideal de perfección. Lo que puede provocar que, tras la mala ejecución de una tarea, el superyó vuelque sus injurias
contra el yo, provocando que el individuo se sienta deprimido y triste.23

El yo y el conocimiento del sujeto
Lo revisado hasta este momento nos permite sentenciar que con el conocimiento que el individuo adquiere de los objetos que se encuentran a su alrededor, tiene conciencia, asimismo, de su permanencia en este mundo. Una antología en sobre el tema no debería obviar que el término conocimiento, por su etimología, viene de latín cognoscere, que implica la manera en que los sujetos aprehendemos todo aquello que significa nuestra permanencia en la Tierra y el saber cotidiano.24

A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha buscado la manera de sacar provecho de lo que conoce. Uno de los primeros conocimientos que el individuo adquiere provienen de la experiencia cotidiana, por lo que los denominamos empíricos. Esto implica, a su vez, que sean subjetivos.25
Sobre esta misma línea, destaca que incluso en la Biblia se haga mención de cómo Adán, al ser presentado ante la mujer que sería su pareja, Eva, decide conocerla. El texto en cuestión señala “Adán cognocerum Eva”, entendido esto como el paso por el cual el hombre tuvo conocimiento de la mujer.26

Lo que es más, del conocimiento derivado de la experiencia, surge la corriente filosófica conocida como empirismo, del griego emperia, que nace a principios del siglo XVII y cuyos principales representantes son David Hume, George Berkeley y John Locke,27 quien incluso dedica un capítulo completo de su libro Ensayo sobre conocimiento humano, a analizar la manera en que los conocimientos son adquiridos mediante la experiencia, llamando al intelecto humano “hoja en blanco” (white paper), y destacando el modo en que en ésta es inscrito el saber cotidiano, opuesta a la creencia de los pensadores que suponían la existencia de principios o ideas innatas en la mente humana.

“Supongamos, pues, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda instrucción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega entonces a tenerla? ¿De dónde se hace la mente con esa prodigiosa cantidad que la imaginación limitada y activa del hombre ha grabado en ella, con una variedad casi infinita? ¿De dónde extrae todo ese material de la razón y del conocimiento? A estas preguntas contesto con una sola palabra: de la experiencia”.28

Según Locke,29 todas las ideas derivan de la experiencia, tanto las ideas teóricas (principio, de identidad, de no contradicción, etcétera) como las prácticas (normas y códigos morales) y las religiosas (Dios, y alma). Es decir, todas son aprendidas, nadie nace con ellas con ellas.

Así como el yo tiene un papel fundamental en la conformación del individuo, lo tiene también en la adquisición de los saberes necesarios que los individuos requerimos. Con esto, se da la conformación del sujeto que conoce al objeto y que
Busca encontrar la mejor manera de sacar provecho de éste.
Lo anterior no ha de ser confundido con la prevalencia de la pulsión sádica, en la que se mira al objeto de amor sólo como un ente que nos depara placer y ya. Por el contrario, debemos anotar, basándonos en lo expuesto por el comunicólogo, psicólogo y psicoanalista, César Illescas Monterroso30 que, cuando el individuo no alcanza a comprender que los límites de su libertad se hallan constreñidos a los de los demás, se cae en la psicosis o en la perversión. De ahí que enfatizara que, cuando no se tiene conocimiento de que existen dos sexos diferentes, de que el mundo se conforma no solamente por hombres sino por mujeres y de que la universalidad del pene es una falacia, se llega a cualquiera de estas dos disfunciones psíquicas.

Por lo que podemos concluir que el psicótico y el perverso se han formado una realidad alterna en la que se mira a los miembros del sexo contrario, e incluso en algunos casos a los del mismo sexo, como objetos que deben ser utilizados solamente para la satisfacción personal. Se han aceptado como individuos universales, tienen conocimiento de sí, pero no de los demás. Sobra decir, como a lo largo de este ensayo se ha expuesto, que los padres desempeñen un rol principal, pues el trabajo psicoanalítico ha demostrado que individuos a los que se les cumple su deseo edípico de ocupar el sitio del progenitor de mismo sexo en el comercio sexual con el primer objeto de amor, caen en la psicosis o en la perversión.

A manera de conclusiones

Apoyados en la teoría psicoanalítica freudiana del aparto psíquico, hemos visto el inminente papel que la sociedad desempeña en el conocimiento que el niño adquiere de su entorno y los determinantes que conforman su andar.

Si bien pueden existir diferentes ramas de la psicología que den una mejor explicación en torno al tema del conocimiento, he optado por el psicoanálisis al considerarlo una propuesta teórica muy interesante en torno a la conformación de los primeros saberes que el niño adquiere.

El trabajo llevado a cabo por psicológicos y teóricos de la conducta ha sido vasto al demostrar cómo los conocimientos que adquirimos a lo largo de nuestra vida son fundamentales para nuestra supervivecia. Asimismo, destacamos cómo del conocimiento que el ser humano adquiere por la experiencia cotidiana, surgió el enfoque teórico empirista, que no hace sino regirse por todo discutido en este punto.

Quizás no haya mejor modo de terminar este escrito que con una alegoría, siempre dentro de la afabulación real que nos propone Sigmund Freud:

 “Sin embargo, el retrato no se inmuta y sólo hallo la mirada instándome a tener paciencia, como asegurando: que sólo eres un símbolo, una figura impresa en el papel; la muchacha de carne y hueso que regresará pronto, y entonces puedes dejarme a un lado”.

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